Observa tu respiración, pero sin querer cambiarla. Simplemente, fija tu atención en sus dos movimientos básicos: la inspiración y la espiración. Toma conciencia de si inspiras por la nariz o por la boca. En estado de quietud, respirar por la nariz es habitual. También puedes percatarte del frescor y el calor que desprende el aire de tu nariz. En esta secuencia, visualizar los dos polos básicos de la función respiratoria −la plenitud y el vacío− también te ayudará. Tras la inspiración, llega la plenitud y, tras la espiración, el vacío. Detente a considerar estos cuatro momentos, como no acostumbras a hacerlo en tu día a día. Pronunciar la palabra de cada parte de la secuencia puede ayudarte: inspirar—> plenitud, espirar —>vacío. Y volver a empezar. Observar tu respiración te arraiga al aquí y al ahora, lugar y momento en los que descubrir el presente como regalo de Dios para ti.
D. Guindulain
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