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WITHIN me: Escuchar el silencio

Escuchar el silencio
El silencio es un sonido del ser que resuena en el hondón del alma sosegada El silencio es un sonido inefable más allá del ruido, que solo percibe el alma sosegada. Escucha, escucha en silencio la música que existe a tu alrededor, escucha el susurro del viento y la brisa fresca que acaricia tu rostro. Escucha el silencio de las cosas, porque las cosas están en silencio, pero cada objeto tiene su propia música. Escucha el sonido de tus pasos, el crujido de la puerta, el sonido del agua de la fuente o del grifo, el sonido de tu boli, de las hojas del libro que estás leyendo, el sonido del cuchillo cortando el pan y del vaso al colocarlo en la mesa. Escucha los sonidos de tu alrededor, de los coches, de la música ambiental y de las palabras que salen de los labios de la persona que está a tu lado. Escucha el silencio y el sonido de las cosas, del aire que respiramos, del espacio que existe entre las cosas, de la luz y de la sombra, escucha el silencio y el sonido de tu propia respiración. Silencios y sonidos nos envuelven en todas las situaciones que vivimos. Siempre estamos rodeados de sonidos y silencios, porque las personas, los objetos, las cosas, están en silencio y tienen su propia música. El silencio y el sonido son dos notas de la misma música, que se alternan entre sí, en la sublime danza y armonía de toda la creación. Sonidos que perciben mis sentidos, acarician mi corazón y esponjan mi alma. Silencios que acarician mi rostro, serenan mi corazón y besan mi alma. Sonidos y silencios, música de toda la creación que resuena en todo mi ser y se escucha con los cinco sentidos, con la mente, con el corazón y con toda el alma. Pero el silencio, en su misterioso secreto, esconde notas que sólo se perciben en el alma sosegada, en el centro del alma. Notas que vienen de la otra orilla, donde la tierra se funde con el cielo, donde lo sagrado y lo divino se transparentan en cada cosa y en cada criatura. Así, es posible que un día escuchemos, más allá de los sonidos y silencios, el mismo Silencio, sagrado y divino, que es la música del alma...
Manuel J. Fernández Márquez
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