Pruébate y pruébalo
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Muchos de nosotros tenemos la naturaleza de dar, pero no nos permitimos recibir. Es un sentimiento de incomodidad, pérdida de control, obligación de tener que dar algo a cambio, no creernos merecedores de ese detalle o no querer parecer interesados y materialistas. Cuando das incondicionalmente, te abres a que el otro dé incondicionalmente, con aquello que únicamente él o ella puede aportar por el hecho de ser quien es. Se da, entonces, un encuentro de gratuidades. Ofrécete, regálate, date. ¡Y recuerda que nadie puede dar lo que no tiene!
¿En qué lado te encuentras más cómodo/a? ¿En el de dar o en el de recibir?
Que cada uno dé según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría. 2 Co 9,7
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