Al día siguiente, vieron conseguido su objetivo: la red estaba llena de pichones que volaban intentando escapar. Cada cazador hizo un comentario:
–¡Qué desperdicio de animales! ¡Todo se va en pluma!
–¿Cómo conseguiremos venderlos? Los alimentaremos bien unos cuantos días para que engorden.
Les dieron grano en abundancia y los pichones comían a pedir de boca. Solo uno se negó. Los otros cada día engordaban, mientras que aquel adelgazaba. Adelgazó tanto que, en un último esfuerzo, consiguió atravesar la malla y emprender el vuelo: era libre y había mostrado el camino a sus incrédulos compañeros.
¡Cuántos alimentos engañosos que se intentan inyectar, sobre todo en niños y jóvenes, para conseguir aprovecharse de ellos como mercancía de usar y tirar! El bombardeo constante de mensajes consumistas y competitivos nos arrastran hacia una espiral sin fin: trabajar más para comprar o consumir más y, cada vez, en unas condiciones de trabajo más precarias.
Este camino solo lleva a la marginación, la envidia, la angustia, la depresión, la insolidaridad.... Cada vez, sin embargo, hay más personas que levantan la voz para decirnos que la "civilización de la riqueza" solo tiene una solución: que sea superada por la "civilización de la austeridad", pero escogida y compartida.
El único "pichón" del cuento que consiguió liberarse sabía que, renunciando a la abundancia, si se apretaba el cinturón, conseguiría su objetivo. Para aprender esta lección, ¿qué pasos deberíamos hacer?
Comentarios
Publicar un comentario
Comparte tu opinión de manera responsable y evita el anonimato: Escribe tu nombre, el curso y tu cole gabrielista. Muchas gracias.