La llegada del espíritu que celebramos en Pentecostés no se puede limitar a la fuerza que nos lleva a gritar y que un día enmudece por afonía o cansancio. Tampoco es el voluntarismo que se desintegra ante las adversidades. La llegada del espíritu infunde el deseo de volver a reconocer y a vivir desde el amor que un día nos descolocó y que habita en nosotros cuando la realidad parece que se vuelve oscura. El espíritu decide actuar y transformar la realidad porque los dones que trae no llevan al grito, sino al amor.
Álvaro Lobo sj.
Pentecostés o la celebración del Espíritu Santo, conmemora el final del periodo litúrgico de Pascua
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