Para ser buenos, no basta con hacer "cosas buenas", sino que se requiere "hacerlas bien" y realizarlas en un "contexto bueno". Los fariseos caían en el vicio de hacer cosas que eran buenas (dar limosna…) para aparentar ser buenos. Recordad el episodio de la viuda pobre (Mc 12, 41- 43)
Lo primero es que hagamos acciones que sean provechosas para nuestro ser (el mío y el de los demás). Decir una mentira, por ejemplo, es algo destructivo: me hace mentiroso. Solo lo bueno hace buena mi voluntad. Pero, además de un "buen punto de partida", se requiere una "buena dirección". Si hago algo bueno pero con mala intención, estoy, en definitiva, haciéndolo mal. Han de ser coherentes, por tanto, el "qué" y el "para qué".
Por consiguiente, debemos examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar únicamente nuestros intereses.
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