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Enfocar: Quince minutos


Lo hemos visto estos días en las noticias. Familias que, bajo la amenaza del volcán, están obligadas a entrar en sus viviendas y recoger, bajo la presión del cronómetro, lo que quieren llevarse, sabiendo que todo lo demás quedará abrasado y sepultado por la lava. Estremece, agobia, inquieta...

Imagina que te dijesen que tienes quince minutos para llevarte lo que pudieras de tu casa. Solo un cuarto de hora para recoger la vida. ¿Qué es lo primero que te viene a la mente? ¿Lo material? ¿Lo emotivo? ¿Eres más práctico? ¿Más idealista? ¿Te pesa más la cantidad y buscas la manera de cargar con todo lo posible, o vas a tiro fijo a por dos o tres cosas? Quizás lo que hagas en esa situación diría también mucho de ti. ¿Te agobias? ¿Te bloqueas? ¿Te hiperactivas? ¿Te derrumbas? ¿Te quejas? ¿Buscas culpables? ¿Mantienes la esperanza? ¿Colaboras con otros para multiplicar la eficacia?

Sé que intentar ponerse en el lugar de otros, especialmente de otros que son víctimas de tragedias es arriesgado, delicado, y no ha de hacerse frívolamente. Así que no vamos a jugar a ser víctimas de un volcán. Pero, abstrayéndonos ya de la situación concreta que provoca esta reflexión, intenta pensar en tu casa, o tu habitación. En todo lo que hay en ella. E intenta imaginar qué querrías conservar por encima de todo. ¿El móvil? ¿el ordenador? ¿ropa? ¿libros? ¿fotos? ¿regalos? ¿Páginas escritas que nadie ha leído? No es fácil decidir. En la teoría quizás sea más fácil decir que eliges los recuerdos (el álbum de fotos, las cartas de hace años, los regalos que atesoras...); y asumir que lo material tiene repuesto; pero ¿de verdad puedes permitírtelo? ¿A qué renunciar? Yendo un poco más a fondo, pensando en lo que tienes, ¿qué consideras irrenunciable, imprescindible o más importante? O, de otro modo, ¿a qué no te cuesta renunciar?
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José María Rodríguez Olaizola, sj

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