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A contraluz: Samaritanos

 

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En estos días, muchas de las imágenes de la guerra de Ucrania que inundan nuestros  hogares nos remiten a la figura del Buen Samaritano, protagonista del trabajo que estamos realizando sobre la Cuaresma. 
El hombre cargado en la carretilla representa a todas las víctimas de un sistema que produce guerras y armamentos nucleares, desigualdades, descartados, refugiados, muertos de hambre, marginación de mujeres, de ancianos y niños, trata de personas....
En cambio, el soldado, visualiza a todas las personas de buena voluntad, que desde cualquier religión o sin ella, ayudan al necesitado, al prójimo, buscan la colaboración de otros. Son los que van más allá de su cultura y nación, se abren a toda la humanidad, al extranjero, al necesitado, al pobre y marginado.
Ninguno de ellos es ajeno a las consecuencias. Todos estamos mejor porque hay gente que corre el riesgo de ser generosa. Prestan un servicio que tantísima gente reconoce, aunque no se aplauda. Se mueven por su convencimiento de hacer lo correcto, por fidelidad a aquello en lo que creen. ¿No será eso tener fe?

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