En tiempos de Jesús llamaron milagros a cosas extraordinarias (que entonces no tenían explicación, y muchas de ellas tal vez hoy sí). Es verdad, hay cosas asombrosas en la vida. Pero entiendo que a mucha gente le repatee pensar en los milagros como intervenciones arbitrarias de un Dios que, cuando quiere, cambia las dinámicas de su creación porque sí.
Y es que, de alguna manera, milagros son cosas mucho más cotidianas y al tiempo admirables. El milagro eres tú cuando amas a otra persona sin exigirle nada. Somos nosotros, cuando perdonamos, mucho más allá de la lógica o de una justicia contable. El milagro eres tú, y soy yo, cuando, aun en las circunstancias más adversas somos capaces de sonreír con una semilla de esperanza. Eres tú, y soy yo, cuando acariciamos la vida. Hoy es milagro compartir sin cálculo (que los cestos ya están llenos de panes y peces, pero a muchos no les llegan). Es milagro nuestra capacidad de abstraer, admirar, pensar, avanzar y querer. Es milagro nuestra imaginación que nos permite descubrir nuevos horizontes. Lo es, en fin, la capacidad de entregarse sin condiciones, sin marcha atrás, sin tacañerías, a los otros.
adap. @pastoralsj
Y yo me pregunto... ¿Para quién soy un milagro?
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