¡Buenos días!
Tal y como os comenté ayer, os traigo la segunda parte del tema del compromiso. Para ello me serviré de la historia real de un chico que conocí hace un tiempo y que compartió, conmigo y más personas, la siguiente reflexión:
“De pequeño y, sobre todo, durante la adolescencia sufrí mucho, tanto que me encerré en mí mismo, evitando dejar entrar a nadie en mi espacio privado, mis sentimientos y mis emociones. Simplemente me protegí. Podía soportar el daño físico, pero el emocional me destrozaba. Con el tiempo, esto se tradujo en un no saber relacionarme, en un vivir con miedo hacia las demás personas, con la sensación de que cualquiera podía volver a dañarme, y por eso me mantuve herméticamente cerrado, emocionalmente impenetrable. En el fondo, sabía que aquello no era bueno, pero no sabía cómo cambiar. Hasta que un día conocí a un grupo de personas muy diferentes entre sí, pero que tenían algo en común: se respetaban tal y como eran, con sus diferencias y puntos de vista, se respiraba un clima pacífico, tanto que poco a poco yo también me relajé. Conocer este grupo me cambió la vida, me sacó de la oscuridad en la que vivía y me mostró de nuevo la belleza de amar y ser amado. Hoy en día, todavía me recorre el miedo a volver a ser herido por alguien, pero ya no puedo vivir encerrado en mí mismo. Prefiero sentirme frágil y exponerme de nuevo, pero poder amar y ser querido, que encerrarme y protegerme en una vida llena de oscuridad creada por mí”.
- ¿Hay alguna parte de este testimonio que te sea cercano, que hable de ti?
- ¿Crees que amar te expone a las personas?, ¿te hace frágil?
Tomar la decisión voluntaria y personal de comprometerse (en el sentido de entrega total y sin límites) con alguien te hace frágil, sí, pero como decía este chico: he descubierto que vale la pena hacerme frágil. Este chico es como tú y como yo, pero ha tomado una decisión de valentía asumiendo y aceptando los riesgos que conlleva. Y tú ¿te atreves?
Que tengas un buen día.
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