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RELATOS DEL MUNDO: Kintsugi


¡Buenos días!
Imagina un Japón del siglo XV, un lugar de samuráis, geishas y té verde. Allí vivía un señor muy poderoso llamado Ashikaga Yoshimasa. Este señor era un gran amante de la ceremonia del té. Tenía una gran colección de tazas, pero entre  todas ellas había una taza muy especial. Esa taza era como su talismán, una taza que lo acompañaba en cada té. Un día, por accidente, la taza se cayó al suelo y... se rompió. ¡Una tragedia! Ashikaga, muy triste, decidió enviarla a China para que la repararan. Esperó días y días, meses y meses y por fin llegó el mensajero con la taza reparada. Con gran alegría, cogió el paquete, entró en casa y al abrirlo... se llevó una gran decepción. La taza estaba reparada, sí, pero con unas grapas metálicas que la deslucían por completo.
Los artesanos japoneses, al ver la tristeza de Ashikaga, se pusieron manos a la obra. Querían encontrar una forma de reparar la taza, pero de una manera que resaltara su historia, sus cicatrices, incrementando su valor tanto económico como emocional. Después de muchas pruebas, dieron con una técnica asombrosa: utilizaron un tipo de esmalte especial hecho con polvo de oro. Con este esmalte, rellenaban las grietas de la taza, creando unas preciosas vetas doradas que brillaban a la luz. Cuando Ashikaga vió el resultado de ese trabajo se emocionó de alegría. ¡Vamos a celebrarlo! -dijo Ashikaga-. Esa noche Ashikaga, su familia y todos los artesanos disfrutaron de un gran banquete con música y bailes. Y así fue como nació el kintsugi, el arte de reparar la cerámica con oro. En lugar de ocultar las fracturas, las resaltan, convirtiéndolas en una parte fundamental de la pieza. Cada grieta dorada contaba una historia, un momento en el que la taza había vivido una aventura.

Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestras heridas y cómo actuamos en torno a ellas:
  • ¿Qué crees que significa tener una herida "kintsugi"? ¿Qué significa para ti realzar una herida?
  • ¿Qué haces con tus heridas? ¿Las escondes, las sanas, las realzas, las ignoras...?
Cada herida forma parte de tu vida, te conforma, pero no tiene por qué definirte. Toda herida puede ser sanada, entendiendo por sanar aceptar esa herida como parte de ti. Una herida que se quiere ocultar termina como la primera taza, fea y rechazada, y solo se consigue que aumente el dolor de esa herida. Hay heridas pequeñas y enormes, no tengas miedo a dejarte acompañar por alguien en quien puedas depositar tu confianza. ¡No estás solo ni sola! 

Permitid que hoy termine con una simple oración y el que quiera que la repita conmigo en voz alta o en su interior:
Jesús, tú conoces mis heridas, ayúdame a sanarlas y a reconocerme en ellas y, si no puedo, pon en mi camino a alguien en quien pueda apoyarme. Amén.

Que tengas un buen día.

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