¡Buenos días!
Terminamos la semana con otra lectura del apóstol Lucas. La que, este domingo 30, se leerá en todas las iglesias Católicas del mundo:
Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. Él le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Esta historia, mundialmente conocida como la parábola del hijo pródigo, pretende —entre otras muchas cosas— dar a conocer cómo es Dios mediante la figura del padre de este relato. No voy a entrar a analizar todo el texto, pues estaríamos aquí toda la mañana😅, simplemente os invito a reflexionar sobre algunas de las características de este Dios padre:
- Da libertad: Les da a los hijos lo que les toca (herencia) para que hagan lo que quieran con ella.
- Espera activamente: Pues vio al hijo estando este aún lejos.
- Le ama pese a lo que ha hecho: Dice el texto que se le echa al cuello y lo cubre a besos.
- No juzga: Pues no le pide cuentas, ni le riñe.
- Perdona: Porque le restituye el título de hijo que se suponía había perdido al marcharse (lo viste y le pone el anillo).
- Se alegra de su regreso: Hace una fiesta por todo lo alto (mata el ternero cebado, el mejor).
Ahora dime:
- ¿Es esta la imagen de Dios que te viene en mente cuando hablamos de Él?
Esta semana hemos hablado de la entrega y de darse a los demás, así que me gustaría saber tu opinión: ¿cuál de los dos hijos crees que se ha entregado más a su padre?, ¿cuál de los dos hijos crees que te identifica más? Este tiempo de Cuaresma también va sobre revisar tu entrega hacia este Padre. Lo que decidas después ya depende de ti.
Que tengas un buen día.
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