En la conciencia de estos momentos –inspirar, plenitud, espirar, vacío–, considera cada respiración completa como una unidad y ve contando: una, dos, tres… Descarta cualquier otro pensamiento que pueda distraerte de tu propósito: centrarte, disponerte, abrirte a la presencia del Señor. Notarás que, a medida que la respiración va siendo más tranquila, las unidades de respiración duran más segundos. Rechazarás el deseo de terminar. Al contrario, evaluarás la progresión por su hondura, por detenerte donde se te ofrece revelación y verdad, sin prisa por avanzar. Deja que predomine en ti la voluntad de descubrir más que el deseo de terminar. La primera vez, realiza cinco respiraciones completas. Progresivamente, te animarás a llegar hasta diez, hasta quince…, incluso hasta cien si notas que te va bien. Cuando te descuentes, empiezas de nuevo sin reprochártelo.
D. Guindulain
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