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RELATOS: Las manos abiertas


Un día un chico de trece años paseaba por la playa con su madre.
Hubo un momento en que la miró con insistencia y le preguntó:
– Mamá, ¿qué puedo hacer para conservar un amigo que he tenido mucha suerte de encontrar?
La madre pensó unos momentos, se inclinó y recogió arena con sus dos manos. Con las dos palmas abiertas hacia arriba, apretó una de ellas con fuerza. La arena se escapó entre los dedos. Y cuanto más apretaba el puño, más arena se escapaba. En cambio, la otra mano permanecía bien abierta: allí se quedó intacta la arena que había recogido.
El chico observó maravillado el ejemplo de la madre entendiendo que, sólo con abertura y libertad, se puede mantener una amistad, y que el hecho de intentar retenerla o encerrarla, significaba perderla.
Cuento del libro “Aplícate el cuento”, relatos de ecología emocional de Jaume Soler y Mercè Conangla

La amistad es una forma de amor que todos conocemos. Desde la infancia, creamos vínculos con diferentes personas que a veces son difíciles de mantener, según los avatares de nuestras vidas. ¿Qué haces tú para mantener tus amistades? 


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