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RELATOS: Es preciso ir más allá

 Es preciso ir más allá
Durante toda su vida, Carmen había pensado en sí misma como una persona buena. De hecho, conocía a poca gente tan buena como ella. Nunca rompió ninguna regla en la escuela. Nunca golpeó ni lastimó a nadie en la escuela, ni provocó chismes. Sus calificaciones siempre eran aceptables y, en general, cumplía con todos sus deberes. No se metía con la ley ni andaba en lugares inseguros. En pocas palabras, era consciente del papel que le tocó jugar en su mundo y era bastante fiel a él. ¿Se le podría exigir más que eso?
Sin embargo, un día sucedió algo que no estaba previsto en su plan. Paseando por el parque de la ciudad, se sintió impactada por el enorme tamaño del roble que había junto al lago. Se quedó allí, admirando lo bello que era, a pesar de tener muchas cosas que hacer. De inmediato, le dieron ganas de ser como el roble: importante, imponente, impresionante y el más alto de todos. Pensó en lo buena que era y supo que iba por ese mismo camino: destacaría entre todas las demás personas por su inteligencia, por su rectitud, por su criterio, por la imagen de prestigio que ya se estaba formando a su alrededor. Sería como el gran roble y pasaría a la historia.
Pero entonces le pregunté a la joven: y, ¿qué es la grandeza?, ¿qué hace grande al gran roble ? ¿Es su tamaño, su forma, su color, su fuerza, su inamovilidad? ¿O es algo más? La invité a que nos acercáramos para estudiarlo mejor. A unos cuantos metros, la perspectiva era diferente: vimos sus frutos, que alimentaban a las aves; su sombra, que daba descanso a los viandantes, que era hogar para los nidos, almacén para los roedores y que daba estabilidad al suelo donde sus raíces penetraban. Entonces, ¿en dónde radicaba la grandeza del roble? ¿En que se veía espectacular o en que su presencia en el parque beneficiaba a los que lo rodeaban?
Muchas veces nos quedamos con la idea de grandeza de esta joven: tener éxito, ser carismático, ser admirado, tener poder y mandar. Es el sueño que nos hemos construido en la mente, es nuestra idea de una vida lograda, una vida feliz. Sin embargo, el roble nos interpela porque contradice la idea acostumbrada de lo que debería ser un humano. El roble, por su parte, nos recuerda que nadie se crea a sí mismo y nadie se basta a sí mismo, que necesitamos relacionarnos con el otro para crecer, que necesitamos ayudar y ser ayudados para ser felices. El roble, siempre dispuesto a dejar que otros se alimenten de sus talentos y capacidades, le dio a entender a Carmen que no basta cumplir con el deber de no causar problemas a los demás. Que es preciso ir más allá: es preciso servir.
D. Valera

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