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Relatos del mundo: El espejo del cofre


Hace muchos años, más de mil, a la vuelta de un viaje de negocios, un hombre compró en la ciudad un espejo, objeto que hasta entonces nunca había visto. Pero precisamente esa ignorancia le hizo sentir una gran atracción e interés por el espejo, pues creyó reconocer en él la cara de su padre. Con el fin de conservar la maravilla y, sin decir nada a su mujer, al llegar a su hogar  guardó el espejo  en un cofre que tenían en el desván. De tanto en tanto, cuando se sentía triste y solitario, iba a ver a su “padre».
Pero su esposa lo encontraba muy afectado cada vez que lo veía volver del desván así que, un día, se dedicó a espiar a su marido y comprobó que había algo en el cofre y que se quedaba mucho tiempo mirando dentro de él.
Cuando el marido se fue a trabajar, la mujer abrió el cofre y vio en él a una mujer cuyos rasgos le resultaban familiares, pero no lograba saber de quién se trataba. De ahí surgió una gran pelea matrimonial, pues la esposa decía que dentro del cofre había una mujer y el marido aseguraba que estaba su padre.
En ese momento, pasó por allá un sabio monje y, al verlos discutir, quiso ayudarlos a devolver la paz a su hogar. Los esposos le explicaron el dilema y lo invitaron a subir al desván y mirar dentro del cofre. Así lo hizo el monje y, ante la sorpresa del matrimonio, les aseguró que en el fondo del cofre quien realmente reposaba era un monje zen.
Cuento procedente de China 
¿Cuál es el significado de esta historia? Los protagonistas del cuento no se reconocen cuando se miran en el espejo. ¿Por qué?

Si tienes la oportunidad, hoy, mírate en un espejo y pregúntate: ¿Qué veo? Una cara familiar, tal vez alguna cicatriz que conozco bien. Un cuerpo al que estoy acostumbrado. Fuerza. Cansancios. Historia. Recuerdo el niño que fui. Intuyo que algún día no tendré la fuerza y la vitalidad de ahora. Pero ahora hay tanto por vivir… Veo oportunidades. Veo proyectos. Veo, en mis ojos, el brillo de los sueños que solo yo conozco.. Veo también el reflejo de los otros que forman parte de mi vida. Y, si miro bien, tal vez sea capaz de descubrir un destello divino (pues tú, Dios, lates en mí)

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