Había una vez un pequeño caracol que vivía en un jardín lleno de hojas verdes y flores de todos los colores. Le gustaba andar despacito y observar todo lo que había a su alrededor: una gota de agua brillante sobre una hoja, una hormiga que pasaba cargada, una mariposa que revoloteaba.
Un día, otros animales del jardín se burlaron:
—¡Caracol! Siempre vas tan lento que nunca verás nada extraordinario.
El caracol se sintió algo triste, pero decidió seguir caminando a su ritmo, sin perder la costumbre de mirar con atención.
Una noche, mientras todos dormían, el caracol levantó lentamente los ojos hacia el cielo. Y ahí ocurrió algo inesperado: una estrella fugaz atravesó el firmamento dejando una estela de luz. Nadie más la vio, porque todos estaban dormidos o demasiado ocupados para mirar hacia arriba.
El caracol sonrió y pensó:
—Quizá voy lento, pero nunca dejaré de sorprenderme mientras esté despierto y atento.
Desde ese día, ya no le preocuparon las críticas. Había descubierto que la ilusión de vivir depende sobre todo de la mirada con la que observas el mundo.
- ¿Cuándo fue la última vez que te sorprendiste?
- ¿Qué puede ayudarte a estar atento/a en medio de la rutina?
Este curso es como un cielo lleno de estrellas que todavía no conocemos. Quizás no las verás todas de golpe, pero si te mantienes despierto/a, con ilusión y con ganas de mirar más allá de lo que ves a primera vista, posiblemente entonces, reconocerás los regalos que cada día te quieren sorprender. ¿Te atreves a vivir este nuevo curso con los ojos bien abiertos y expectantes?
Que tengas un buen día.
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