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AYER fue… El Día de la Madre


El Día de la Madre
¿Madre no hay más que una?
«Mi mamá es la más bonita del mundo». De esta manera tan contundente suelen expresar los niños lo que ven cuando contemplan a su madre. Una forma de dar a entender la relación única y absolutamente genuina que existe detrás de una palabra singular: 'mamá'. Esa mirada de los hijos es un auténtico regalo y la mejor cura para tantos miedos, inseguridades y estereotipos que acosan a la mujer desde el instante en que descubre que su ideal de madre perfecta comienza a desmoronarse casi desde el mismo momento en que se corta el cordón umbilical. El patrón moderno de la madre todo-terreno enseguida hace aguas cuando el cuerpo dice «basta» agotado tras largas noches en vela, visitas al pediatra y cambios de pañal. Todo ello, sin embargo, no es más que un aperitivo del apasionante y complejo mundo de una maternidad recién estrenada.
En el despliegue de amor hacia los hijos también se cuelan otras tentaciones: la madre clueca, excesivamente protectora, temerosa de la vida y defensora a ultranza de los derechos de sus hijos por encima de los otros; la madre guay, moderna, juvenil (al menos de apariencia) y siempre ‘al loro’ para ganar puntos en el afecto de los hijos; la madre psicóloga, quien se considera la única indicada para traducir los gestos y tratar las demandas de los suyos; la madre creativa volcada en crear un mundo amable y de fantasía que logre sortear al máximo el sufrimiento...
Pero caer en la cuenta de estos riesgos no debería generar madres desesperadas sino mujeres esperanzadas a quienes sólo les importa revelar un amor mayor, el de Dios, más allá de sus fragilidades. Así lo hizo MARÍA, la madre del Señor, en su gesta más grande: el 'hágase', con el que primó la acción de Dios y mostró al mundo que la convivencia con la debilidad es el caldo de cultivo de la gracia, ésa que los niños captan cuando, al mirar a su mamá, exclaman: «No hay otra como tú. Eres la mamá más bonita del mundo».  María Dolores López Guzmán


Comentarios

  1. Sin lugar a dudas la palabra MADRE, es grandiosa, muy poderosa.
    Últimamente una expresión habitual en mi lenguaje cotidiano es:
    ¡ MADRE MÍA !, otras veces:
    ¡ MADRE DE DIOS !...
    Las dos son muy importantes en mi vida.
    La que ha presidido mi hogar, mi familia se llama Trinidad.
    Tres personas en una, todopoderosa, tierna, dulce, acompaña, escucha, sin proteger en exceso, sin abandonar su misión. No puedo encontrar defectos en esa criatura tan hermosa.

    Mi madre del cielo, la llevo tatuada en mi alma, en mi piel. La miro para imitarla, como modelo de mujer, elegida por Dios.
    Su sencillez,
    su humildad,
    su armonía,
    su generosidad,
    su sí incondicional,
    su estar al pie de la cruz,
    su ser,
    su pureza,
    su protección.

    Os canto:
    Tengo en casa
    a mi mamá,
    pero mis mamás son 2,
    en el cielo está la Virgen,
    que es también mamá de Dios...
    Las 2 me quieren a mi,
    las 2 me entregan su amor,
    a las 2 las buscó y llamó,
    a las 2 las quiero yo.

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